Nos gustaría volver a reflexionar sobre una idea vista en
clase: que con el castellano no podemos ser demasiado directos.
Y es que, queridos, no nos conviene decir todo lo que pensamos. Os plateamos un ejemplo de la
vida diaria…
-
¿Te apuntas a tomar un café?
-
Mmm…¡tengo examen mañana!
-
Ok, sin problema, lo dejamos para otro día. ¡Nos
vemos!
Pensad qué ocurriría en un universo donde fuésemos estrictamente
literales:
-
¿Te vienes a tomar un café?
-
NO.
-
¿Pero qué te pasa?
-
No me pasa absolutamente nada.
-
¿Y conmigo tampoco?¿Qué es eso que no quieres
venir a tomar un café?
-
Calculo que me falta tiempo. No debo ir.
-
Chico estás más raro… ¿hablas del fin del mundo?¿por
qué no puedes venir?
-
Porque tengo examen mañana.
-
Ahh podías haberlo dicho antes y ni te lo habría
propuesto. ¡Nos vemos mañana pues!
-
No.
-
¡Qué borde! Pues cuando sea…
-
Correcto.
Nos ponemos en esta situación y vemos totalmente sensato responder
a nuestro amigo con la justificación “tengo mañana examen”. Lo preferimos antes
que decirle un rotundo NO, que con ahorro de palabras, va a resumir lo que va a pasar.
Si tus amigos quedan a cenar, pero escondes una pasión
secreta que te empuja cada viernes noche a tragarte la saga Crepúsculo o
maratones de películas chorronas al estilo “El diario de Noa”, no debes desentrañar
tu secreto. Lo habitual es poner una excusa inteligente y nada sospechosa que
no inquiete a tus amigos. Porque les quieres mucho…pero precisamente el viernes
por la noche prefieres llorar a moco tendido con melodramas made in Hollywood Pie.
Esta reflexión nos lleva a
discutir sobre la ironía y otras muestras de inteligencia. ¡Pero eso vendrá próximamente!
Adriana.
PD: Les dejo con Sabina, el rey
de la palabra ambigua y hermosa:
“Le dibujaba un mundo
real no una color de rosa,
pero ella prefería
escuchar mentiras piadosas”.
Cuando le dije que la pasión por definición no puede
durar
¿como iba yo a saber que ella se iba a echar a llorar?.
No seas absurdo, me regañó, esa explicación nadie te la
pidió
así que guardatela, me pone enferma tanta sinceridad.
Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a
veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de
amor.
Yo le quería decir que el azar se parece al deseo
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de
boxeo,
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera
contarle que el universo era más ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real no uno color de rosa,
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.
Y las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
Y cuando por la quinta cerveza le hablé de esa chica
que me hizo perder la cabeza estalló,
vas a callarte de una vez por favor.
Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a
veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de
amor.
Yo le quería decir que el azar se parece al deseo
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de
boxeo,
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera
contarle que el universo era más ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real no una color de rosa,
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.
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