Apalabrados

miércoles, 17 de abril de 2013

Cómo hablar con ambigüedad para no acabar con tus relaciones sociales


Nos gustaría volver a reflexionar sobre una idea vista en clase: que con el castellano no podemos ser demasiado directos.
Y es que, queridos, no nos conviene decir todo  lo que pensamos. Os plateamos un ejemplo de la vida diaria…
-          ¿Te apuntas a tomar un café?
-          Mmm…¡tengo examen mañana!
-          Ok, sin problema, lo dejamos para otro día. ¡Nos vemos!

Pensad qué ocurriría en un universo donde fuésemos estrictamente literales:

-          ¿Te vienes a tomar un café?
-          NO.
-          ¿Pero qué te pasa?
-          No me pasa absolutamente nada.
-          ¿Y conmigo tampoco?¿Qué es eso que no quieres venir a tomar un café?
-          Calculo que me falta tiempo. No debo ir.
-          Chico estás más raro… ¿hablas del fin del mundo?¿por qué no puedes venir?
-          Porque tengo examen mañana.
-          Ahh podías haberlo dicho antes y ni te lo habría propuesto. ¡Nos vemos mañana pues!
-          No.
-          ¡Qué borde! Pues cuando sea…
-          Correcto.


Nos ponemos en esta situación y vemos totalmente sensato responder a nuestro amigo con la justificación “tengo mañana examen”. Lo preferimos antes que decirle un rotundo NO, que con ahorro de palabras, va  a resumir lo que va a pasar.
Nuestro enrevesado castellano juega con la capacidad que tenemos para crear situaciones o mejor, para librarnos de algunas que nos resultan incómodas. En este caso, ¿estaría justificada la mentira piadosa? Creemos que sí.
Si tus amigos quedan a cenar, pero escondes una pasión secreta que te empuja cada viernes noche a tragarte la saga Crepúsculo o maratones de películas chorronas al estilo “El diario de Noa”, no debes desentrañar tu secreto. Lo habitual es poner una excusa inteligente y nada sospechosa que no inquiete a tus amigos. Porque les quieres mucho…pero precisamente el viernes por la noche prefieres llorar a moco tendido con melodramas made in Hollywood Pie.
Esta reflexión nos lleva a discutir sobre la ironía y otras muestras de inteligencia. ¡Pero eso vendrá próximamente!

Adriana.

PD: Les dejo con Sabina, el rey de la palabra ambigua y hermosa:

“Le dibujaba un mundo real no una color de rosa,
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas”.



Cuando le dije que la pasión por definición no puede durar 
¿como iba yo a saber que ella se iba a echar a llorar?. 
No seas absurdo, me regañó, esa explicación nadie te la pidió 
así que guardatela, me pone enferma tanta sinceridad. 

Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir 
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor. 

Yo le quería decir que el azar se parece al deseo 
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo, 
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan 
se marchitan cuando las toca la sucia rutina. 

Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera 
contarle que el universo era más ancho que sus caderas. 
Le dibujaba un mundo real no uno color de rosa, 
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas. 

Y las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan 
se marchitan cuando las toca la sucia rutina. 

Y cuando por la quinta cerveza le hablé de esa chica 
que me hizo perder la cabeza estalló, 
vas a callarte de una vez por favor. 

Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir 
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor. 

Yo le quería decir que el azar se parece al deseo 
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo, 
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan 
se marchitan cuando las toca la sucia rutina. 

Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera 
contarle que el universo era más ancho que sus caderas. 
Le dibujaba un mundo real no una color de rosa, 
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario